CARTA
A MI MADRE AUSENTE
Beatriz
Urribarrí
Te fuiste un once de septiembre hace
ya casi quince años. El día anterior te sentías mal y no me lo dijiste. Te
conté un extraño sueño en donde había sillas muy elegantes y mucha gente a mí
alrededor y sonreíste. Al salir de tu casa me dijiste “te quiero” y te abracé
tanto sin saber que no te volvería a ver. Voltee a tu ventana, esa ventana de
tus despedidas y tu mano blanquísima me dijo adiós. Nunca pensé que era para
siempre. Lo extraño es que alguien a mi lado me dijo “es la última vez que la
verás” y no había nadie, “nadie”. Mi hijo me apuraba a que le llevara a comprar
comida para sus pájaros, era mucha prisa la que tenia y yo en mi corazón una
desazón. Una angustia. El día que te fuiste, tenía cita con el veterinario nuestro
perro Toto; le tocaban sus vacunas y su baño. Salí alegre, con mi hijo, el
perro y un día hermoso y soleado, estábamos felices, caminamos la distancia
larga hacia el consultorio. Había alegría entre nosotros; hablamos mucho, reímos
mucho y extrañamente, Toto estaba tranquilo, quizás sabía que le iban a
pinchar, a cortar el pelo y no era amigo de esas cosas. Lo dejamos para que le
hicieran sus cuidados y regresé a tu casa. Me extrañó ver a mis vecinos en la
puerta y el abrazo de mi hermano, fuerte, extraño. “Murió esta mañana, sabía
que vendrías”. Le dije, “tranquilo, papá estaba malito, ya descansó en paz”.
“No”, fue su grito desgarrador y corrí dentro y la vi en la cama. Lloré, lloré
tanto, que todavía lloro por ella. Verla así me desencajó, era terrible. Su
corazón se paró para siempre, para siempre. Y mi padre, el enfermito, el que
parecía que pronto nos dejaba, lloraba en silencio. Me acerqué a él y no dije
nada, lo abracé y lloramos juntos, largamente, desconsoladamente. Un dolor
agudo he sentido desde entonces, un vacio de ausencia, de tu voz, de tu risa,
de tus ocurrencias. Mamá como te extraño y como te he querido. Hoy sentada
recordándote, mis lágrimas recorren mis mejillas. No puedo pensar que no estás,
fuiste un ser de luz, de amor, de tolerancia y de enseñanza. Hoy te doy las
gracias por haber sido mi madre, mi maestra, mi amiga y mi consejera y también
mi modelo a seguir. Hoy como todos los días, estas en mis recuerdos, en mis
vivencias, porque eres ese crisol de amor que siempre siento de ti.